LAS MATANZAS

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A las cinco y media de aquella mañana de diciembre de 2016, Alan, el tracker del lodge de Zululand en donde nos hospedábamos, pasó por nosotros para llevarnos a la reserva de Hluhluwe en el Este de Sudáfrica. Apenas entrábamos cuando vimos a lo lejos un grupo de buitres volando sobre un punto y posándose en un árbol.
-Ayer nos avisaron que habían visto a unos cazadores -nos comunicó-. Llegó un helicóptero del grupo de lucha en contra de los cazadores furtivos a patrullar, pero no sirvió de nada. De todos modos se las arreglaron para matar a la rinoceronta y su cría, cuyos despojos ahora devoran los buitres. Pero hace unos días el comando mató a tres cazadores. Es una guerra.
-¿Y ves alguna solución? -pregunté recordando que un mes antes, en pleno Sandton -el corazón financiero de Sudáfrica-, vimos pasar una manifestación en favor del alto a la matanza de rinos.
-Pues en algunas reservas les serruchan los cuernos, pero así los dejan indefensos a merced de sus predadores. La verdadera solución tendría que venir de parte de las autoridades, sin embargo nadie toma en serio esto y los rinos terminarán extinguiéndose.
-Tal vez las mismas autoridades están involucradas en esto -sugirió Gustavo, mi esposo.
-Puede ser -respondió Alan dubitativo-. Algún sanador en África y luego en Asia aseguraron que el cuerno de rino cura cáncer y no sé qué problemas sexuales, desde entonces la gente, sobre todo asiáticos, están dispuestos a pagar hasta cinco millones de dólares por cuerno. Pero también los importan en los países árabes, por ejemplo en Yemen, para fabricar las empuñaduras de sus jambiyas, esos puñales que representan para ellos su masculinidad.

Ahora nos encaminamos hacia julio, cuando se celebra el festival de caza de ballenas y delfines en las Islas Feroe, como ritual de masculinidad que se ha venido realizando desde hace unos 1200 años, sin la menor idea de que las ballenas -su campo energético con ondas de sonar- portan los archivos de nuestra conciencia colectiva o, en otras palabras, el registro akáshico del mundo. De hecho, en los últimos años las canciones de las ballenas han ido cambiando y nos alinean con las nuevas frecuencias de conciencia que están en resonancia con la transformación de la Tierra y sus habitantes.
En cuanto a los grandes mamíferos terrestres, ellos son los “ingenieros de ecosistemas” del planeta, capaces de regular efectos en cascada en la biodiversidad que los rodea.

Es muy interesante cómo venimos a este planeta, perdemos la memoria y nos dedicamos a demostrar de qué somos capaces de hacer con nuestro poder destructivo, basado en la idea de que estamos separados unos de otros. De que yo no tengo nada que ver contigo, hay poco y lo quiero para mí. Al final de cuentas, este plano no es sino un campo de pruebas en donde vamos midiendo hasta dónde podemos llegar conforme adquirimos nuestras nuevas herramientas de construcción: misericordia, tolerancia, paciencia, compasión, amor… Entonces este tipo de eventos nos dan la oportunidad de saber qué tan lejos hemos llegado en nuestro esfuerzo por recordar quiénes somos verdaderamente; nuestra oposición o nuestro festejo de estas matanzas nos dirán si estamos cerca de volver a conectar con los demás, que son nosotros mismos, o de acabar con el planeta que nos sustenta.