
Recuerdo que era un sábado frío de diciembre que salí a alimentar a mis dos gatitas que, por más intentos que hago para que vivan dentro mi hogar, se rehúsan. Las cuido igual que a mis gatos de casa y todos los días les sirvo comidas en el garaje, con servicio de veterinario cuando se necesita y un lugar donde dormir.
Esa misma mañana, el gatito de mi vecino se anexo a desayunar, comer y cenar por los siguientes quince días, los cuales, supongo, fueron la duración de las vacaciones del morador de al lado, pues no había movimiento alguno en su casa.
De verdad esto es lamentable y sucede en la Zona Esmeralda de gente “bien” , que creemos que tiene una pizca de educación y conciencia, pero sólo basta escuchar los aullidos de perros en época de vacaciones o verlos cómo soportan todo tipo de climas, confinados en garajes sin protección, para comprobar lo contrario. Es una lástima que siendo “humanos” no podamos comprender que los animales no son seres inferiores, que al igual que nosotros sienten hambre, sed, frío, calor y necesitan compañía, además sufren depresión cuando nos ausentamos. Son seres inteligentes y protectores familiares de amor incondicional.