Habemus Papam. La Economía del Evangelio. 

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Alberto almendres

La elección del Papa, aunque es un acontecimiento de gran relevancia global, especialmente para los católicos, no suele tener un impacto económico directo importante a nivel mundial. Sin embargo, sí puede tener algunas repercusiones más puntuales o simbólicas que afectan ciertos sectores o regiones. Los mercados bursátiles internacionales rara vez reaccionan de forma significativa al nombramiento de un nuevo Papa, a menos que haya una incertidumbre política muy específica asociada (como en el caso de Papas en épocas de alta tensión geopolítica, lo cual hoy es poco probable).

Es un evento de gran importancia simbólica, religiosa y mediática, pero con efectos económicos globales limitados y localizados principalmente en sectores vinculados al turismo, los medios y el Vaticano (puede haber una ligera reacción emocional en la Bolsa de Italia o en sectores relacionados con el Vaticano, pero suele ser temporal).

Ahora bien, su legado o su pontificado sí pueden marcar o influir en la economía mundial y en sus mercados, dependiendo del liderazgo y de la personalidad del Papa. Si tomamos los tres últimos Papas podemos observar cómo la visión geopolítica y liderazgo definen su influencia en la economía del mundo, en su concepción filosófica.

Juan Pablo II (1978–2005) fue el Papa geopolítico por excelencia, siendo clave en la caída del comunismo en Europa del Este, especialmente en Polonia (su país natal). Apoyó al movimiento obrero “Solidaridad” y fue una figura moral que erosionó el poder soviético. También mantuvo una fuerte postura contra los totalitarismos y la opresión, tanto del comunismo como del capitalismo salvaje. Fue un gran diplomático global (“el Papa viajero”): visitó casi 129 países, abogando por derechos humanos, paz y reconciliación.

Su oposición al comunismo abrió camino a la economía de mercado en Europa del Este. También criticó el neoliberalismo extremo, defendiendo una economía con rostro humano, promovió la condonación de la deuda externa de países pobres en los años 90, revalorizando el papel de la doctrina social de la Iglesia en un contexto globalizado.

Benedicto XVI (2005–2013) se le considera el teólogo en tiempos de crisis. Con un menor peso político global comparado con su antecesor, Benedicto XVI se centró más en cuestiones internas de la Iglesia y el pensamiento cristiano europeo. Defendió con fuerza la identidad cristiana de Europa, generando debate sobre inmigración, secularismo y multiculturalismo. En su encíclica Caritas in Veritate (2009), publicada tras la crisis financiera, criticó el capitalismo sin ética ni regulación, llamando a una economía al servicio del bien común. Fue defensor de una gobernanza económica global con principios éticos y humanistas. No tuvo un rol protagónico directo en política económica, pero su pensamiento influyó en foros académicos y religiosos.

Y llegamos a Francisco (2013–2025) a quien podemos denominar el Papa de los márgenes y la justicia social. Se ha convertido en una figura global contra la desigualdad, el cambio climático y la xenofobia. Defiende a los migrantes, critica el populismo autoritario y promueve una cultura del encuentro. Su liderazgo ha resonado especialmente en América Latina, África y en los países desarrollados. En las dos encíclicas ( Laudato Si y Fratelli Tutti) aborda ecología integral y economía sostenible, conectando pobreza con destrucción ambiental, denunciando la “cultura del descarte” y el individualismo del modelo económico actual. Ha influido en foros como el Foro Económico de Davos, el G20 y en debates sobre el “capitalismo inclusivo”.

Los tres pontífices nos han transmitido su visión sobre la economía, los mercados y el capitalismo, siempre reflejando una continuidad en la preocupación de la Iglesia Católica por una economía que sirva al bien común, respete la dignidad humana y promueva la justicia social.              Juan Pablo II decía que “la actividad económica, especialmente la de una economía de mercado, no puede llevarse a cabo en un vacío institucional, jurídico o político. Por el contrario, presupone garantías seguras de libertad individual y propiedad privada, así como una moneda estable y servicios públicos eficientes.” ​Y criticaba duramente al socialismo como “el error fundamental del socialismo es de naturaleza antropológica. El socialismo considera a la persona individual simplemente como un elemento, una molécula dentro del organismo social, de modo que el bien del individuo se subordina completamente al funcionamiento del mecanismo socioeconómico.” En cambio, Benedicto XVI como buen intelectual nos habla de una economía al servicio del bien común donde “la economía y las finanzas, como instrumentos, pueden ser mal utilizadas cuando quienes las dirigen están motivados por fines puramente egoístas “y donde “la dignidad del individuo y las exigencias de la justicia requieren que las decisiones económicas no provoquen disparidades de riqueza que aumenten de manera excesiva y moralmente inaceptable.” ​

El Papa Francisco, en cambio dirigió su mirada hacia un capitalismo inclusivo donde “cómo el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la desigualdad” o donde “el hambre no es simplemente una cuestión de falta de alimentos; es una consecuencia de injusticias sociales y económicas más amplias.” ​

Los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco desarrollan una visión de la economía centrada en la persona humana y el bien común. Coinciden en que la economía debe servir al hombre y no al revés, promoviendo la justicia social, la dignidad de todos (especialmente de los pobres) y una ética que modere el materialismo. Los tres destacan la justicia distributiva y la obligación de evitar grandes desigualdades para converger que la economía debe promover la inclusión de los excluidos y garantizar la dignidad de todos. También coinciden en denunciar una economía basada únicamente en el beneficio y el consumo, y reclaman reconectar la actividad económica con la ética y la dimensión trascendente de la personaEn resumen, Juan Pablo IIBenedicto XVI y Francisco comparten un mensaje claro: la economía no puede desligarse de la moral. Sus mensajes insisten en que el bien común, la solidaridad y la dignidad humana deben orientar las políticas económicas. ¿Cuál será el legado económico de León XIV? Un Papa americano, con alma peruana, raíces europeas, formación científica, políglota y misionero. ¿Qué visión sobre la economía y cual será su liderazgo? “Pecunia tua non tibi prodest, sed miseris prodest.” (San Agustín de Hipona)