La magia volvió a ocurrir

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En la revolución solar que me hicieron el año pasado, me dijeron que para mediados de este año hallaría la casa que deseaba comprar. Estaría en una colina y sería una oportunidad. Eso justamente había sido la compra de nuestra casa en Sayavedra, en 1993. Los vendedores del fraccionamiento cometieron un error, el banco otro, y de pronto pudimos adquirir nuestro terreno y construir. 

Gustavo se jubiló en enero de este año y decidimos irnos de Breda para vivir en Barcelona. Llegamos en febrero. Gustavo pasaba horas buscando casa en los portales inmobiliarios sin éxito. Revisó cientos de propiedades pero ninguna se ajustaba a nuestro presupuesto o a nuestros deseos. La idea era vivir fuera de Barcelona en una casa de una sola planta, fácil de limpiar, con jardín y cerca de un bosque.  

Las opciones eran viviendas con el garage en el primer piso, la zona social en el segundo y los dormitorios en el tercero. Me daba horror pensar en limpiar todo eso, sobre todo cuando Miri está a punto de independizarse y no necesitaremos tanto espacio. Las propiedades que se ajustaban más o menos a lo que queríamos quedaban cada vez más lejos de Barcelona. Comenzamos a preocuparnos.

Hice un tablero de visualización en donde coloqué tres fotos que representaban lo que deseábamos: un jardín grande, una terraza frente a la puerta principal donde recibir a los amigos y un gran ventanal en la sala. Poco después contestó una de las vendedoras de bienes raíces con las que nos pusimos en contacto, asegurándonos que era IMPOSIBLE encontrar una propiedad así en el Maresme (la zona que yo quería) por la cantidad que teníamos. 

Un día, en consulta con mi fisioterapeuta, le conté que buscábamos casa y me dijo que él me ayudaría, pues pertenece a un grupo de empresarios. No hice mucho caso, pues me pareció improbable. Cual sería nuestra sorpresa cuando recibimos el mensaje de una vendedora, con la que se había puesto en contacto mi fisio, y enviaba fotos de una casa ¡en el Maresme! que se ajustaba a nuestro presupuesto. Gustavo me la enseñó sorprendido. ¡El jardín era igual al del tablero de visualización!

Fuimos a visitarla y el dueño fue bastante huraño. Yo no sabía que no quería hacer tratos con Axelle, la vendedora que nos había llevado. Él quería encargarle la venta a su corredor de bienes raíces de toda la vida, no a ella, pero ella estaba moviendo la casa que él quería comprar. Y el precio era bajo porque el hombre la había tenido en venta durante dos años sin éxito. La propiedad estaba impecable. Es una oportunidad, aseguró Axelle. 

La casa era exactamente como la queríamos. Toda en un piso, en un terreno de mil doscientos metros, lo cual es inusitado en España, y lo mejor, a un kilómetro de un parque natural: el bosque de Montnegre (que aún no conocemos). 

La compramos. Resultó que fue construida en l993, la misma fecha de construcción de nuestra casa de Sayavedra. Allá vivíamos en Río Kelvin y aquí viviríamos en Dosrius (Dosríos en catalán). Para llegar aquí hay que conducir por una carretera serpenteante (igual a la que llevaba a nuestra antigua casa) desde donde podemos contemplar cerros como los de Zona Esmeralda. La magia volvía a ocurrir. Era como si nos hubiéramos ido de Sayavedra a vivir por el mundo y, tras un período de ocho años, regresáramos. Llegamos hace cuatro días y el cambio con respecto a la ciudad es abismal. Ahora mismo son las diez y media de la noche  y estoy escribiendo en la terraza frente a la puerta principal, como la de la foto de mi tablero, con una temperatura deliciosa y escuchando los sonidos del bosque. Por cierto, la sala tiene un enorme ventanal. ¡Cómo amo las sincronías!