Atentado contra la democracia en Brasil

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francisco rodriguez

El 8 de enero, unos días después del inicio de la administración de Lula Da Silva, un grupo de 200 manifestantes del ex presidente Yair Bolsonaro, literalmente tomaron la sede de los tres poderes de Brasil: El Congreso, El Tribunal Supremo y el Palacio Presidencial de Planalto. Los inconformes no están de acuerdo con el tercer retorno al poder de Lula Da Silva. Así de sencillo.

La invasión de la sede de los tres poderes fue posible gracias a la omisión de los elementos de seguridad de las tres sedes, que son simpatizantes del ex presidente Bolsonaro; tan es así que los inconformes destrozaron cuanto objeto se encontraban a su paso, entre ellos, cuadros de ex presidentes, estatuas, un reloj que un papa regaló a uno de los reyes de Brasil, entre otras cosas.

Pero más allá de la invasión, el propósito final era un golpe de Estado contra el Ejecutivo brasileño. Los manifestantes con la venia de la seguridad pública, pidieron al Ejército que se sumara al contingente para terminar exitosamente la toma de los Poderes. Pero las fuerzas armadas no aceptaron la propuesta.

El régimen democrático braisleño cuenta con la aprobación del 93% de sus ciudadanos. No hay manera de que prospere un golpe de Estado. Pero hay otras intentonas para golpear al gobierno de Lula. Ya se había perfeccionado un decreto que pretendía desconocer la validez de la elección presidencial.

Pero veamos el fondo de la situación. Una de las primeras medidas del gobierno fue sacar a la luz los gastos excesivos del gobierno de Bolsonaro. Según el resultado de las primeras investigaciones, el ex presidente ha gastado más dinero que los últimos cuatro ex presidentes. Esos son los resultados de las primeras investigaciones. Y es que el gobierno de Bolsonaro clasificó mucha información, incluso, contrariando las leyes de transparencia brasileñas. La desclasificación de sus documentos fue una promesa de campaña que ha empezado a cumplirse ya.

Ese es el contexto de los acontecimientos en Brasil. Es evidente que una nueva intentona golpista o provocadora del nuevo régimen no va a prosperar, sobre todo si los brasileños aprueban el nuevo gobierno.

Brasil como México, es un gigante latinoamericano, que debe superar su enorme desigualdad social, recuperar su posición de potencia emergente, pero, sobre todo, consolidar su régimen democrático en unión del gobierno que aprueben los brasileños. No hay más.

Por nuestra parte, no apoyamos, ni reprobamos el gobierno de Lula, sino que únicamente nos limitamos a expresar que los hechos ocurridos a principios de enero rayan en la extralegalidad, que ningún pueblo del mundo debe permitirse este tipo de inconformidades, que la democracia en Latinoamérica debe terminar de madurar al amparo de ley y la democracia, y que Brasil, como cualquier otro país, espera los mejores resultados de su gobierno, sin importar el color o la ideología.