Racionamientos forzados, camino de la sujeción autoritaria

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Ernesto Uranga Vox Populi

Los racionamientos forzados son ya una práctica común.

Para nadie es un secreto que la provisión deficiente de algunos servicios municipales y federales son cada vez más frecuentes en muchas partes del territorio nacional.

Servicios como el suministro de agua potable, la energía eléctrica, los combustibles, las medicinas, han comenzado a experimentar suspensiones, recortes, fallas o desabasto, en diversas regiones del país. 

Y no se diga de las vacunas contra el COVID19.

La ira del pueblo reclama con justificada razón esos derechos esenciales. ¿Hasta cuándo? Hasta que el poder central controle absolutamente a las redes sociales, que no tarda. 

Vaya un ejemplo:  la necesidad de mantener un ambiente limpio con medidas de prevención contra la pandemia de COVID19, sencillamente no se puede sostener ante la falta de agua que los organismos municipales no son capaces de remediar.  

El manejo pésimo de la pandemia y la falta del vital líquido, condenan a la población, de facto, a una exposición más vulnerable al flagelo.

Excusas, pretextos, justificaciones y mentiras inundan las redes sociales con las respuestas a las quejas de los ciudadanos. 

Y surge el argumento falaz y cínico: “no somos los responsables, hemos recibido un país en ruinas, los culpables ya huyeron, hay que reconstruirlo todo”. O sea, lavarse las manos, ellos sí. 

Y bajo esta premisa, se justifica la destrucción de lo que más o menos funciona. 

Extiéndalo, estimado lector, a todos los servicios públicos que se pueda imaginar. 

Servicios de aeronavegación para un aeropuerto incompleto; regreso a las energías fósiles, en detrimento de la salud de muchos mexicanos, servicios de salud rebasados e insuficientes, carencia de medicinas, verificación de automotores sin calcomanías disponibles. Total: más corrupción.

En realidad, es una intensa práctica de racionamientos forzados. 

Conducen deliberadamente al empobrecimiento de la población. A una férrea práctica de control social que divide, empobrece, raciona. Al fin y al cabo, la gente aguanta, se adapta, se muere. 

Para construir, es preciso destruir: parece que es la divisa de uso generalizado. 

Desde luego, la justificación de este tipo de acciones y omisiones encubren la incompetencia de los nuevos encargados de dichos servicios, su inexperiencia y carencia de visión para un servicio social eficaz.

Los racionamientos estrangulan a la sociedad para hacerla más dependiente del poder central. Más manipulable, pues. 

Total, como dicen, a todo se acostumbra uno.

Lo más doloroso: se trata de una muerte lenta por asfixia, peor que la del coronavirus. Una asfixia social por estrangulamiento que poco a poco nulifica la libertad de los ciudadanos. 

Totalitarismo puro. Un país doblegado. 

¿Vas a permitir que esto siga así?

Tu voto este 6 de junio será esencial. 

¡Rescatemos a México!