Dos sistemas mentales para la toma de decisión

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Cuando observamos por primera vez el rostro de una persona desconocida, en el instante en que parpadeamos, nuestro cerebro ya formó una impresión sobre su personalidad; esto tomó 100 milisegundos, mientras que un parpadeo dura de 300 a 400 milisegundos. Cuando un ciudadano ve por primera vez la cara de un político, su cerebro evalúa a ese funcionario, hasta entonces desconocido, a una velocidad tres o cuatro veces superior al parpadeo, de forma rápida, eficiente, inmediata y automática.

Alexander Todorov, psicólogo de la Universidad de Princeton, realizó un experimento sobre la conducta de voto de las personas. A un grupo de participantes les mostró caras de candidatos a diversos cargos de gobierno que no conocían, pero que correspondían a candidatos reales que disputarían elecciones a la brevedad. Los participantes tenían que decidir cuál de ellos les parecía más competente. Las decisiones de los sujetos experimentales coincidieron en un 70 % con los resultados posteriores de las elecciones.

Aunque parezca sorprendente, 70% de las predicciones acertadas fueron hechas sin conocer a los candidatos, sin escucharlos, sin saber su nombre, sin conocer su partido político, ni su programa de gobierno, sin spots televisivos y sin redes sociales. Este consistente 70% es más sólido y confiable que lo que pueden predecir otros políticos, encuestadores e investigadores de opinión pública.

El experimento Todorov tomó como muestra los sistemas de toma de decisiones propuestos por Daniel Kahneman; la toma de decisiones es un proceso complejo del cerebro, el cual consiste en elegir una opción entre las disponibles con el fin de resolver un problema de la mejor manera posible, estos sistemas funcionan así:

– Sistema 1: opera de manera automática, con poco o ningún esfuerzo y de forma rápida; es intuitivo, instantáneo y utiliza atajos para su funcionamiento.

– Sistema 2: centra la atención a las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos, requiere esfuerzo, presta atención, racional, deliberativo, utiliza reglas para evaluar las situaciones.

En estos tiempos la ventaja la tiene el voto automático, el voto del sistema 1 (el voto parpadeo). Una persona puede sentirse identificada con un partido político de un modo irracional; puede seguir a un líder con los mismos mecanismos mentales implicados en el liderazgo de una manada; puede opinar sobre un asunto sin detenerse a pensarlo; puede llegar a votar a un candidato de un modo casi automatizado; todo eso pasa y muchas veces.

Kahneman lo explica de manera clara: si te preguntan cuánto es 1 + 1 lo único que necesitas poner en acción son los mecanismos mentales rápidos y automáticos (sistema 1); pero si te preguntan cuál es el resultado de multiplicar 5,586 x 9,965 ya no te alcanza con los automatismos del sistema 1 y tienes que recurrir al sistema 2, más lento, esforzado y reflexivo. Cuanto más complejos se vuelven los asuntos de nuestro entorno, más insuficientes serán los procesos mentales automáticos y, por tanto, será más necesario el sistema 2.

Daniel Skibel afirma que si la política por definición se ocupa de los asuntos de la polis y de los problemas colectivos que afectan a todos, y si la política busca resolver los asuntos colectivos, entonces parece muy importante que sobre estos se piense, se trabaje interiormente, se haga un esfuerzo para comprender, se le dedique cierto tiempo indispensable, se les preste cierta atención concentrada y se profundice en la medida de lo posible. Nuestros mecanismos mentales más automáticos y rápidos no están preparados para tomar decisiones serias y firmes sobre los complejos asuntos colectivos.

¿Cómo provocar que el ciudadano active el sistema 2?

1. Los momentos de silencio favorecen la reflexión del ciudadano; un ejemplo es cuando el candidato habla y realiza una pausa inmediatamente después de decir algo muy importante. Esa breve pausa antes de retomar la palabra crea un espacio fértil para que la audiencia incorpore la información o la idea, la procese mentalmente, la asocie con otras informaciones e ideas y reflexione al respecto.

2. Contar historias tiene múltiples beneficios, uno de ellos es estimular la reflexión posterior sobre el asunto. Cuando el candidato comienza a narrar algo, el cerebro de quienes escuchan se hacen preguntas: ¿qué es esto?, ¿por qué me cuenta eso?, ¿qué quiere decir con esta historia? y ¿qué tiene que ver la historia que me cuenta con política? Esas preguntas nacen en el propio mundo interior de la audiencia una vez que conectan con los momentos de reflexión.

3. Formular preguntas es un verdadero despertador del cerebro, un abrelatas para la mente. No preguntas meramente retóricas ni de respuesta demasiado obvias, ni preguntas que no buscan respuestas sino aplausos. Me refiero a preguntas verdaderas, que despierten curiosidad al menos durante un momento.

4. Sorprender es siempre un recurso reflexivo de primer orden. La sorpresa se consigue con una analogía diferente, un giro del lenguaje, un cambio brusco de entonación o ritmo, una asociación entre dos ideas muy diferentes, un contraste muy notorio o la irrupción inesperada de algo o alguien. Lo que importa, más que el mecanismo en sí, es el acto mismo de sorprender, ya que constituye un desafío que obliga a pensar y analizar.

5. Responder objeciones es una vía rápida hacia la reflexión. Muchos partidos, campañas y candidatos temen y evitan las objeciones ¡No lo hagas!, por el contrario: identifícalas, inclúyelas en tu comunicación, analízalas y destrúyelas, así le estarás dando al votante herramientas para su reflexión.

6. Los momentos reflexivos de los voceros políticos y de los candidatos provocan reacciones en espejo, o sea: provocan momentos reflexivos en los ciudadanos. De esa forma, se convierten en herramientas facilitadoras de la reflexión.