Sí. Vivimos unos tiempos muy interesantes. Estamos ya en la híper corrección política. En el andar con pinzas que nos da tanta flojera porque estábamos acostumbrados a pensar, decir y hacer lo que fuera. Sin filtros y sin límite. Porque no pasaba nada. Ahora sí pasa. Queda uno muy mal socialmente, hay carreras que se están viendo truncadas, gente que va a dar a la cárcel. Pero también es porque se lastimó mucho. Impunemente.
Una vez leí que las desgracias sociales o por cataclismos son una bendición en el sentido de que provocan en nosotros el rechazo que posibilita el cambio social o la compasión que necesitamos para seguir evolucionando. Eso fue el último abuso de Harvey Weinstein o la muerte de George Floyd. La bendita gota que derramó el vaso. Y si la ola se convirtió en sunami fue por lo que había detrás. Los siglos durante los cuales se ha esclavizado a la gente, se ha brutalizado a las minorías, se ha acumulado dinero y permitido que mueran tantos de hambre.
El péndulo estaba en el maltrato. Ahora está en la corrección política. Espero que se detenga en el justo medio.
De Estados Unidos a Reino Unido, pasando por Bélgica y España, se ha avivado la rabia contra las estatuas de personajes históricos vinculados al pasado esclavista u opresor.
En México, se levantó una polémica alrededor del comediante Chumel Torres, un personaje a quien muchos consideran racista y clasista, cuando el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación lo invitó a participar en un foro justamente sobre racismo y clasismo.
Sigue, pues, vigente, la controversia sobre si podemos valorar el pasado con criterios del presente. En otros tiempos se usaban otras cosas. Era normal toquetear a las mujeres, callarles la boca, violarlas. Ahora ya no. Y se castiga a los que lo hacen y lo hicieron. ¡Pero eran otros tiempos!, dice Plácido Domingo. Habrá que preguntarle a las mujeres que tuvieron que seguir adelante con el trauma que eso les ocasionó. Sin dejar de tomar en cuenta, claro, que también las hay que con tal de obtener publicidad o dinero, acusan.
Cada vez se soporta menos que los comediantes se burlen de los demás. Eso nos da la sensación de que ahora nada se vale y viviremos en un mundo de hueva. Es cierto, pero también es una señal de que la gente comienza a decir eso me lastima, no me lo hagas. Pueden ser muy chistosos, pero lastiman. A mí me encantan las entrevistas del Escorpión Dorado. Mi esposo no puede entender cómo me hace reír que se burle y ofenda a la gente en su cara. Yo le digo que ese personaje representa el retorcido sentido del humor de nosotros los mexicanos, pero en el fondo mi esposo tiene razón. Nadie debería hacer eso, ni siquiera en broma. Pero me divierte mucho. Claro, porque no me lo están haciendo a mí.
Una amiga en Barcelona me contó que su hija fue a vestirse a casa de una amiga para una fiesta de disfraces y a cierta hora la amiga le dijo: me da mucha pena decirte esto pero necesito que te vayas porque va a llegar mi novio y es muy racista y tú no eres blanca. Su hija tuvo que irse. Y el chico parece ser un caballero, encantador con la novia y la familia. Solo tiene ese defectito. La cosa es que ese defectito lastima a los demás. Y el hecho de que a la novia y la familia no les importe, respalda la energía de abuso contra los diferentes. Entonces no lo sé. Tal vez estemos llegando al momento, cuando está ola de todo está mal, baje un poco, de plantearnos si no sería mejor divertirnos y vivir sin lastimar a los demás.