Cielito lindo…

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Tal parece que ahora sí, el presidente López se comportó a la altura de la situación.  Los veinte vivas de la noche del grito del domingo 15 de septiembre, hicieron referencia al pasado y presente de México, como un repaso de lo que nuestro país hereda y enfrenta, así como lo que pone en riesgo su soberanía. Una afirmación de libertad, sí… pero también un recordatorio de alerta ante las acechanzas múltiples.

La esencia popular del festejo no se puso en duda y el presidente con su actuar lo evidenció. Cuando avanzaba en la lectura de los 20 vivas que emitió desde el balcón central, recordé aquellos gritos del entonces presidente Luis Echeverría, en los años 70, clamando los vivas al tercer mundo, que era la base de su intención en política exterior.

Hoy, sin embargo, no hubo alusiones a la 4T, ni tampoco a los héroes que la historia oficial registra posteriores al movimiento de independencia. Con esto, quizás, el presidente asume, por fin, un papel superior al de vulgar agitador social, que tan mala imagen le genera. Y con ello, es de justicia decirlo, accede al verdadero reto que la investidura presidencial le impone: representar a todos los mexican@s.

La imagen sobria y elegante del salón de embajadores de Palacio Nacional, sin las multitudes y élites de la época de Peña, que actuaban como en pasarela, acentuó la solemnidad y la austeridad del acto. La escolta de cadetes del Heroico Colegio Militar y el presidente, al recibir la bandera, acentuaron lo verdaderamente importante.

Al día siguiente, al izar la bandera en el zócalo, el presidente estuvo acompañado por los representantes de los dos poderes de la unión: legislativo y judicial. Sin embargo, a la hora de aparecer en el balcón central de Palacio, la escena fue tan sólo para el Ejecutivo y tres secretarios de Estado. Los poderes restantes fueron relegados a los balcones adyacentes. Se envió un gran mensaje: la autoridad total está en el presidente, los demás no figuran, ni siquiera como decoración del escaparate presidencial.

Durante el desfile militar, apareció la Guardia Nacional con disciplina, orden y marcialidad, lo que indica que su base es ciento por ciento militar. El presidente no dejó de aplaudir en todo momento.

Los diferentes cuadros de la 4T sí aparecieron aquí, junto con los equipos para contener el huachicol y las naves sargaceras de la Marina. En fin, propaganda de programas oficiales y acciones en consecuencia.

Hacia el final del desfile, el guión que iban leyendo los militares que auxiliaban a quienes transmitían el evento, mismo que también se leía al público asistente en el zócalo, terminó con una declaración insólita: después de afirmar el compromiso de las fuerzas armadas con la defensa de la soberanía, así como de la lealtad con la que llevan  a cabo su tarea, comentó: “a pesar de las limitaciones”, seguiremos comprometidos con el pueblo de México en su defensa.

¿Limitaciones? ¿Se refirió así el ejército a los desencuentros y sobajamientos que les ha infligido el presidente? De ser así, la lealtad institucional de las fuerzas armadas es la garantía de la paz. Ojalá y así sea. El Cielito lindo vino a darle tersura a esa respuesta airada del instituto armado