Margarita, Ferriz de Con o el Bronco no son independientes. Ser independiente pasa por serlo en lo económico, en lo espiritual y también en lo emocional, por ejemplo. Ser independiente implica tener ideas propias, autogestionarse, desapegarse de las estructuras paternalistas, asumir los retos y responsabilidades de pensar, decidir, actuar y resolver.
México proclama su independencia con orgullo nacionalista pero en lo cotidiano muestra anhelos de dependencia. En el comercio mundial depende de Estados Unidos de Norteamérica, en la exhibición cinematográfica del cine hollywoodense, en la bolsa de valores de los capitales golondrinos.
La población mexicana también es dependiente: supuesto emprendedor busca empleo fijo (y bien pagado ¡por favor!), imaginado político quiere el cobijo de un partido, mujer liberada anhela –al precio de la infidelidad y el descrédito- un marido que la mantenga, y más.
Así son nuestras erradas candidaturas independientes. Zavala haciendo precampaña con los recursos que, por su trabajo y el de su marido, le hemos pagado todos. Ferriz de Con con el dinero ganado por el rating que le dieron los escuchas a lo largo de los años. El “Bronco” desde la estructura del gobierno estatal que hoy preside y sostienen los contribuyentes. Otros tantos se suman a la lista de payasos de circo ¿Cuál es el o la independiente?
Las y los independientes quieren jugar por el poder para alcanzar el dinero del erario, el de las estructuras de la dependencia. Reclaman al Instituto Nacional Electoral (INE) sus desaciertos (¡y vaya que los tiene!) olvidando que ese elefante burocrático es un producto del Sistema Político Mexicano cuya vociferada independencia pierde validez solo si revisamos su ejercicio presupuestal. ¿Quién es independiente de quién?
Las y los independientes son, como ya se ha escrito en otros espacios, funcionales al Sistema. El “divide y vencerás” es un juego de estrategia que no inventó el Partido Revolucionario Institucional (PRI). A pesar de que el PRI es el partido que mejor capitaliza la división, otros como Anaya también lo hicieron al interior del Partido Acción Nacional (PAN) para “deshacerse” de la mediocre candidata Margarita dividiendo a los panistas. En el partido del mesías cristiano, MORENA, aplican lo mismo para vencer en la CDMX jugando con Sheinbaum y Monreal.
Con o sin partido (o sea independientes), las y los jugadores del 2018 son producto de un sistema caduco y permeado por la corrupción en todos sus niveles. Lo alarmante es que son el producto más representativo de la sociedad en la que juegan.