“Existen palabras que enfrentan a todo con el evidente deseo de bendecir o contagiar; son palabras que simbolizan lo positivo y elogioso o lo negativo y nefasto. Dos de esas palabras son: democracia y corrupción.”
Autor desconocido
Bernard Drick afirmaba que “…si Democracia es la palabra más promiscua en el mundo de los asuntos públicos, pues es la amante de todos; la corrupción, es la bestia negra de la que todos huyen, al menos en papel.”
El uso de estas palabras (democracia y corrupción) ha acabado por gastarlas, por lo que han perdido su significación. En el caso de la corrupción indagar origen, historia o definición, no debe ser un acto ocioso o estéril, sino indispensable. Sólo así en terreno firme coincidiendo en el contenido del concepto tendremos posibilidades serias de informar, argumentar, dialogar y debatir sobre el tema.
Octavio Paz señala: “No sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se ´corrompen´ y los significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro. Las cosas se apoyan en sus nombres y viceversa”.
Es por ello, que autoridades y sociedad civil debemos establecer las bases para entender y atajar el tema con certera puntería, bases, que se conviertan en brújula que nos guie a estrategias puntuales en las que podamos avanzar con paso cierto para en lugar de combatir la corrupción la erradiquemos.
La corrupción daña y atenta contra los pueblos de muchas formas.
Conforme a lo declarado por la Convención de Naciones Unidas respecto a la corrupción, afirma que representa una grave amenaza para la estabilidad y seguridad de las sociedades al socavar las instituciones y los valores de la democracia, la ética y la justicia y al comprometer el desarrollo sostenible y el imperio de la ley.
Sabemos que cuando la corrupción se ha extendido en un país, en una comunidad, son muchos y variados los sectores de la población afectados por sus efectos.
La corrupción no es solo un problema legal que debe preocupar a toda la sociedad, es, sobre todo, una cuestión ética y moral que evidencia la necesidad de la aplicación de valores.
Reflexionar alrededor del sustantivo “corrupción” nos debe llevar a tareas inmediatas y a responder a algunas de las preguntas que los temas que subyacen nos plantean:
¿Qué hemos de hacer como sociedad para recuperar los referentes éticos y morales?
¿Serán suficientes las modificaciones, adecuaciones, iniciativas y órganos constituidos por el Sistema Nacional Anticorrupción, que considera como parte importante de éste a la sociedad civil?
Calificación de México en Corrupción
México cayó 28 posiciones en el Índice de Percepción de la Corrupción en el sector público, elaborado por Transparencia Internacional, y ello a pesar del Sistema Nacional Anticorrupción y los respectivos sistemas estatales y municipales, los cuales aún no han dado resultados.
Es por ello que el trabajo de la sociedad civil, la academia, el trabajo de legisladores y autoridades en general, debe enfocarse para abatir las causas y los costos de la corrupción tanto sociales, así como económicos y políticos.
Nuestro reto es grande, pero hemos de lograr que México se perfile como un país con un alto espíritu moral y ético.
Hemos de lograr que la mala calificación otorgada por distintas organizaciones internacionales se modifique por completo, y para que la percepción de la ciudadanía sea distinta.