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Una vez más los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) están al centro del debate. Ni el hecho ni su forma tienen algo de novedoso. Es, cual serie de televisión, una temporada más.
Nacido el conflicto a partir de su rechazo a la reforma educativa lanzada en 2012, dentro del paquete de reformas estructurales de Peña Nieto, las maestras y los maestros de la CNTE generan una amplia y mediatizada movilización de territorialidad acotada pero de impacto nacional e internacional por sus tareas de comunicación estratégica.
Diferentes voces de la crítica a las acciones del Estado aprovechan la ocasión para “colgarse” con declaraciones –a favor o en contra- según los intereses en juego, y son útiles para posicionar políticamente a personas de todas las banderas y partidos.
El conflicto, para fortuna de sus organizadores, suma algunos muertos y otros encarcelados, que sirven como validación al rol de víctima que juega la CNTE para, desde ahí, oponerse a una serie de reformas que transparentarían sus procesos de selección y otorgarían competitividad al sector educativo público nacional.
Adicionalmente, grupos organizados de la sociedad civil que se “venden” como héroes por la educación producen piezas periodísticas, publicitarias y documentales en favor de la reforma educativa y en franco ataque a la CNTE, bajo la bandera de una sincera preocupación por el futuro educativo de México.
Más allá de la CNTE, y de los diferentes –a veces poco claros- intereses que transversalizan al conflicto, la realidad educativa de nuestro país es alarmante. En el juego de la estadística, una revisión a los datos producidos por organismos internacionales, relacionados con capacidades lectoras, matemáticas, desarrollo de competencias y habilidades, cultura “general”, consumo de libros per cápita, acceso a la tecnología y decenas más, nos dan el espectro de un grave problema que no pertenece 100 por ciento a la CNTE.
Los problemas sociales que hoy tenemos, incluidos los políticos y económicos, son el reflejo de una política educativa ineficaz e ineficiente, que no nace con la CNTE ni con el gobierno peñanietista. El problema educativo se gesta en cada individuo incapaz de gestionar para sí un proceso formativo que trascienda a las instituciones.