
Hace dos semanas, apareció en un edificio de Ciudad del Cabo una manta gigante, que cubría la mitad de un edificio de diez pisos y decía: ZUMA MUST FALL (Zuma debe caer). Y corren rumores de que el actual presidente de Sudáfrica no llegará a junio. Todos esperamos que así sea.
Esto acabó de confundir a la opinión pública.
Aquí, como en México, también ha habido hechos violentos. En 2012 la policía masacró a 41 mineros que estaban en huelga, disparándoles a algunos por la espalda. En febrero la policía armada entró al parlamento a sacar a miembros de la oposición que interpelaban a Zuma acerca de la mansión colosal que ha construido a expensas de los contribuyentes.
Al igual que en México, dos plagas erosionan aquí los cimientos del Estado: el nepotismo y la corrupción.

Muchos organismos y empresas paraestatales no funcionan porque en vez de profesionales calificados, los políticos colocan a sus parientes o amigos, como sucede en México en sindicatos y algunas paraestatales.
Las dos principales ventajas que hay aquí son que, a diferencia de México, no hay narcotráfico y el poder judicial se ha mantenido limpio. Los jueces son críticos feroces del gobierno que en ocasiones se opone al ejecutivo.
Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿Cuánto tiempo más nos permitiremos estar a merced de estos políticos depredadores y corruptos que ven al país que los encumbró como botín? ¡Qué poca gente se necesita para arruinar a un país!
Y cabe aquí esta frase de Justice Malala, un periodista y ex activista del partido gobernante: