El verano termina

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large vase with colorful roses on window sill
Rosa Ana Cronicas Esmeralda

Como ritual de verano tardío, ayer por la mañana salí al jardín a cortar algunas rosas para mi florero. Estaba feliz de esta segunda cosecha; en realidad no la esperaba. Durante la primavera la casa se llenó de flores: geranios, magnolias, azucenas, narcisos, gardenias, pero sobre todo rosas. Fue un festival de rosas de varios colores, pero más de ramilletes de pitiminí de los rosales que cubren parte del muro de la propiedad. También los árboles, como el cerezo, los olivos y los ciruelos, se colmaron de flores que luego se convirtieron en frutos.  A principios de agosto cosechamos unas cerezas grandes de un rojo oscuro, deliciosas y, poco después, cantidad de ciruelas amarillas que Gustavo convirtió en mermelada. 

Luego fuimos a la playa. No lo habíamos hecho porque había llovido, lo cual es bastante poco frecuente aquí y se agradece porque debido al calor, hubo recientemente varios incendios en Castilla y León, Galicia y Extremadura. Hallamos una playa más conveniente para nosotros porque tiene un estacionamiento enorme en el cual puede uno hallar sitio sin importar la hora a la que llegue. Una bandera amarilla ondeaba en el asta de la caseta del salvavidas. Había viento y hasta oleaje en esa piscina que es el Mediterráneo. Poca gente nadaba. Le avisé a Gustavo que no me metería y me quedé de pie allí donde llega la espuma, contemplando. Sinceramente creí que sería todo, pero el llamado del agua fue superior a mí y de pronto ya estaba adentro. Intenté nadar hacia la línea de boyas para, en cuanto decidiera salir, hacerlo ayudándome de la cuerda, pero no pude; yo braceaba hacia mi izquierda y el mar me llevaba hacia la derecha. La corriente era fortísima. De pronto se formó una ola enorme que me empujó y me vi trastabillando casi afuera. El mar me había escupido, pero si no salía pronto, me chuparía de regreso. Vi aparecer a Gustavo de la nada. Se acercó lo suficiente, metiendo los pies en el agua, me tendió la mano y me ayudó a salir justo en el momento en que la resaca iniciaba su movimiento de arrastre mar adentro. ¡Qué susto!

Comimos en el chinguirito -el restaurante de la playa- más cercano, donde nos informaron que cerrarían en un par de semanas. Y cerrar es un decir. Al final de la temporada los chinguiritos recogen todo, incluidas paredes, y desaparecen hasta el siguiente verano. 

Por tarde nos vimos con Miri en Granollers, donde ahora vive. Estaban en el quinto día de los diez que dura la Fiesta Mayor. Nosotros evitamos acercarnos por la cantidad de gente que se reúne y el ruido. Sin embargo, con tal de ver a la hija allí estábamos mirando pasar los ríos de gente, el trenecito eléctrico con granollerenses felices a bordo, una pareja de gigantes (figuras humanas de entre tres y cuatro metros de altura hechos de cartón piedra) con sus alegres seguidores, mientras tomábamos café con ella. Luego salimos a comprar algo y, al pasar por una de las calles, oí una música linda que nos llevó a La Porxada, que es una cubierta de madera rematada con tejas sobre quince columnas en una gran plaza rodeada de edificios. Al fondo había una orquesta, o cobla, tocando música de sardana. Me acerqué para escuchar y, de pronto, ya estaba entre dos de las aproximadamente treinta personas que formaban el círculo de bailarines de sardana, cuidando de seguir el paso y seguramente haciéndoselo perder a los demás. 

¡En cada plaza un evento diferente, medieval o moderno, durante diez días! Y pensé: qué lindo que conserven tradiciones tan añejas y creen otras. Además de que la organización de todo ello crea comunidad durante el año. Por el otro lado, también pensaba: tantas muestras de orgullo granollerense provocan que la gente de allí se sienta diferente de la de más allá. ¿Eso es necesario en estos tiempos en donde cualquier semilla de guerra encuentra campo propicio? Con qué candidez jugamos juegos que luego se nos revierten y, desde allí, entiendo la facilidad con la que se propagó el fuego del independentismo en estas tierras. En todo caso, fue un interesante cierre de verano.