Sheinbaum: del triunfo al reto

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Gabriel Zaldivar

La toma de posesión de la primera mujer presidentA de México es, sólo por terminar con A, una señal de triunfo. Aún no se conquista todo pero se dio un paso decisivo. Las millones de mujeres y los millones de hombres que tienen incrustadas en la mente ideas misóginas y machistas, esquemas preconcebidos respecto a cuál es el supuesto rol de las mujeres en lo público y lo privado, van retrasados en la erradicación de sus estereotipos.

Dice la hoy titular del Poder Ejecutivo: “No llego sola, llegamos todas”. Ahora es el tiempo de la responsabilidad de todas para abrir los espacios aún cerrados, empujar los cambios en su esfera de acción, exigir en los ámbitos altamente masculinizados su inclusión en la toma de decisiones, apurar la equidad en el reparto de beneficios y responsabilidades, atraer a más mujeres para acelerar el proceso de cambio de su circunstancia. Esas mujeres misóginas y machistas tienen la oportunidad de reconfigurarse e incorporar la sororidad a su vida cotidiana.

Ser mujer en un país de machos será uno de los retos a vencer para la Presidenta pero no el único. Sheinbaum tiene en sus espaldas el peso de la continuidad al modelo de gestión que inició en 2018, un modelo cuyas bases están puestas.

López Obrador tuvo la compleja tarea de destruir las estructuras de los 36 años anteriores a su mandato: un Estado neoliberal lleno de instituciones –de funcionalidad discutible en aciertos y errores- que sostenían aquel plan que formal y discursivamente fue erradicado pero cuyos tentáculos siguen dando coletazos en ciertas estructuras gubernamentales.

El sexenio 2018-2024 osciló entre el necesario desmantelamiento del Estado neoliberal (democracia liberal) y la erección de otras estructuras necesarias para el Estado de bienestar (democracia directa). El proceso dejó fracasos (SEGALMEX, INSABI, entre otros) y éxitos (infraestructura, programas sociales, control macroeconómico, entre muchos). El sexenio 2024-2030, el de Claudia Sheinbaum, habrá de consolidar lo iniciado por López Obrador hasta dar los resultados que el modelo promete.

Por primera vez presenciamos la reivindicación de las y los votantes para dar continuidad a un modelo de país que les inyecta esperanza y en el cual confían. La población -75 de cada 100- guarda expectativas positivas del futuro nacional, considera que se camina en la dirección correcta, confía en que un proyecto de mediano y largo plazo es posible, anhela el éxito de México. El 25% restante, oposicionista, con visiones negativas de lo que sea, lleno de desconfianza, sigue enquistado en su odio al presidente saliente, en su aeropuerto frustrado, en el comunismo, la dictadura y la militarización, en las medicinas, los niños con cáncer y… lo mismo desde hace 6 años. Se quedaron, por decisión propia, marginados de un país que se mueve, su falta de ideas y propuestas hace irrelevante detenerse a contemplarlos.

Los próximos seis años no serán un parque de diversiones. El entorno internacional visto ahora aparece complejo. México se convirtió en el sexenio recién terminado en la doceava economía global y la sexta potencia turística mundial, sólo por eso nada que suceda más allá de México nos será ajeno.

A nivel nacional la masa crítica está aumentando, la politización es cada vez mayor en todos los sectores sociales, eso los llevará a conformarse con menos. Los pobres que son el estandarte del grupo en el poder y la fuerza electoral que los sostiene pueden empoderarse y demandar más hasta el grado de voltear a ver otra plataforma que les ofrezca aún más mejoras.