Legítimo y legal

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Gabriel Zaldivar

El partido en el poder, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), logró en el 2024 ganar la titularidad del Poder Ejecutivo, la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, así como llegar a la sumatoria de 24 estados gobernados por este movimiento. Diez años después de su reconocimiento como partido político, es la institución partidista con la mayor legitimidad y legalidad en la historia reciente. La legitimidad la otorgan votantes y simpatizantes. La legalidad la dan las instituciones.

Legitimidad: 30 millones de votos en la elección de 2018 y 36 millones en la de 2024, una aprobación al presidente en turno que ronda los 80 puntos sobre 100, un segundo lugar global del mejor presidente del mundo a lo largo de todo el sexenio, un apoyo ciudadano superior a los 60 puntos para llevar a cabo la reforma al Poder Judicial y decenas de mediciones más y centenares de muestras populares de aprobación. Incluso los desastrosos números de la oposición sirven para confirmar los éxitos de Morena.

Legalidad: por encima de la narrativa de ilegalidad que busca impulsar el grupo perdedor la legalidad está blindada. ¿Fraude electoral con 20 millones de diferencia? Se aplicó la ley en la asignación de plurinominales (mismo método desde 2009) desde el Instituto Nacional Electoral (INE) y con el aval del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

Legitimidad y legalidad son herramientas clave para que un partido se haga del poder. Conquistado mayoritariamente –porque para eso son las mayorías- el ganador tiene legítimo y legal derecho de hacer los cambios constitucionales que considere relevantes para cumplir con los objetivos de su plan de gobierno y/o hacer un cambio de régimen. No hay engaño, hay desinformación e ignorancia, sobre todo entre los “odiadores” del actual partido en el poder.

La oposición, las y los perdedores, recurrirán a múltiples narrativas: ilegalidad, corrupción, narcoestado, dictadura… y las que se les ocurran en los próximos días. Su actuar es predecible y explicable: se hicieron del poder amparados en el régimen que será destruido e ignoran cómo operar en el nuevo régimen. Dicho de manera simple: ya están muertos.

El nuevo régimen en México, cuya construcción comenzó en 2018, buscará consolidarse del 2024 al 2030 y demandará una oposición a la altura de sus circunstancias. No la hay. Será desde este nuevo régimen de donde deberá surgir dicha oposición capaz de funcionar como tal. Faltan años para eso. Aún nos falta ver más intentos de golpe de estado técnico como el de la segunda quincena de agosto. No se darán por vencidos.

Los próximos seis años presenciaremos el hundimiento del viejo régimen. No se hundirá sólo con los políticos del PRIAN, arrastrará a empresas y empresarios aliados del viejo régimen, organizaciones patronales y sindicales que no tendrán cupo en el nuevo régimen, medios de comunicación que terminarán desapareciendo por falta de audiencia, ideólogos y manipuladores autonombrados líderes de opinión del periodismo, la academia, la empresa y el ecosistema digital que ya no serán útiles a nadie. Pero surgirán otros.

Quienes creyeron que en 2024 se acababa su pesadilla se equivocaron. No se han dado cuenta. El monstruo se hizo gigante, más grande de lo que era en 2018. La ciudadanía está empoderada, se hizo crítica, muestra su fastidio, está dispuesta a no volver. Adiós a las y los que no entendieron o no quisieron entender lo que estaba pasando.