El Cine Boliche

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Rosa Ana Cronicas Esmeralda

Teníamos poco de haber llegado a vivir a Barcelona la primera vez que me aventuré sola por la Avenida Diagonal. Era 2017. Iba viendo a las personas pasar, los edificios, los escaparates, cuando llegué a un negocio que ostentaba un gran cartel con la palabra BOLICHE. Me detuve intrigada porque lo que hay adentro es una cartelera de cine. Y sí. En efecto no era un boliche sino un cine. Me emocioné porque venía de pasar cerca de tres años en Sudáfrica en donde solo había visto películas en inglés. Ahora podía verlas en español. El problema en España es que están acostumbrados a verlas dobladas, lo cual es una tortura. No en todos los cines ofrecen VOSE (Versión Original con Subtítulos en Español), pero en Boliche sí. Recuerdo que el primer filme que vi allí fue La librería y lo contenta que salí. Acababa de ver una buena adaptación con subtítulos en español, conocido a la directora Isabel Coixet y, sobre todo, encontrado un cinema de arte. Salía feliz cuando vi pegada sobre la ventanilla de la taquilla una hoja que anunciaba un forum. Los jueves a las siete de la tarde. 

El siguiente jueves me presenté a esa hora. Ante todo me sorprendió ver que en la puerta había un hombre, canoso, alto, delgado con pancita y una enorme sonrisa, recibiendo a las personas. Parecía conocerlos a todos. Era Alfons Mas, el dueño del negocio. Mi asombro no tuvo límites cuando, a la hora en punto, entró a la sala donde estábamos todos sentados para hablar sobre la cinta que íbamos a ver, sobre el director, y quedó de vernos al acabar la proyección. Cuando terminaron los créditos, entró de nuevo y el debate inició. En catalán. Yo hice mi mejor esfuerzo por entender y participé en castellano. Eso sucedió jueves tras jueves hasta 2020 en que nos mudamos a vivir a Holanda. Para entonces ya entendía catalán bastante bien y muchas veces, por mí, Alfons tenía la gentileza de hacer el debate en castellano. 

Cuando regresaba a visitar a Miri, mi hija, que se había quedado a estudiar su carrera en Barcelona, volvía a Boliche, donde Alfons me recibía con su gran sonrisa, dos besos como se estila aquí, y nos poníamos al día mientras me acompañaba a la sala donde proyectarían la película que había ido a ver. Supe que, como la mayoría de los pequeños empresarios independientes, que aquí llaman autónomos, estaba pasando un muy mal momento financiero a causa de la crisis sanitaria del covid. Tuvo que cerrar el cine. Luego lo volvió a abrir con las medidas de higiene que exigía la alerta por pandemia, pero ya no fue igual. Tal vez después de la pandemia la visita a los cines disminuyó, no lo sé. 

No remontó. Cuando mi esposo se jubiló, volvimos a vivir a Barcelona, para estar cerca de nuestra hija, y yo volví a Boliche porque era mi referente de buen cine. Allí era posible películas de todo el mundo que no pasaban en ninguna otra parte, pero ya no era el mismo cine. Alfons había tenido que despedir trabajadores, las butacas se veían viejas, los baños estaban sucios. Era como si Boliche se derrumbara, hasta llegar al grado de que un día no hubo baños para mujeres durante una semana. Lo inconcebible. El cierre era inminente. Sin embargo Alfons aguantó. Hasta hace un par de meses en que cerró “por obras”. Isa, la amiga con la que solía asistir al forum, está convencida de que no reabrirá. Estaba demasiado endeudado. 

En los últimos días hemos comentado por whatsapp lo huérfanas que nos sentimos de buen cine. No sabemos qué película ver. Vamos cazándolas al tanteo por aquí y por allá y avisándonos cuando hallamos alguna perla.  Perdimos la brújula. Isa y yo lo hemos buscado en las redes sociales para preguntar cómo está, pero no lo hemos encontrado. En un festival de cine que ocurre en esta semana,  encontré a la fotógrafa que él contrataba para los eventos y me dijo que tampoco sabe nada de él. Como es imposible contactarlo, se me ocurrió escribir una pancarta dándole las gracias por todo lo que nos dio estos años. Espero que eso le dé ánimos para volver a abrir y, si no es posible, al menos que se entere de que su esfuerzo dejó huella en algunos de nosotros.