¡Qué buenos hoteles son las iglesias holandesas!

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Rosa Ana Cronicas Esmeralda

En Holanda, mucha gente ha perdido la fe en la religión católica y ha abandonado las iglesias. De los aún católicos, que son ya un 12%, solo el 1% va a misa los domingos. Hay muy pocos sacerdotes y mucho menos seminaristas. ¿La consecuencia? De 6 900 edificios catalogados arquitecturalmente como iglesias, alrededor de 1 400 se utilizan para otros fines que no son de culto. En concordancia con el programa El futuro de la herencia religiosa, que se echó a andar en 2008, se destinó el 30% a viviendas, el 20% a hoteles, museos, bares, discos, restaurantes, y el 15% restante a oficinas y empresas.  ¡Es que no utilizan las iglesias ni para casarse ni para bautizos ni para ceremonias luctuosas! En cuanto a los objetos religiosos, su destino ha sido azaroso, pues en mayor o menor medida, el fenómeno es global. De esto nos dimos cuenta justo al llegar a vivir al país, pues la empresa adonde iba a trabajar Gustavo nos alojó durante algunas semanas en el Hotel Nassau Breda. Este es un conjunto de cinco monumentos arquitectónicos, entre los cuales está una iglesia neogótica, en una de las calles más antiguas de la ciudad. Por supuesto lo primero que hice fue explorar sus pasillos hacia el convento, con su hilera de celdas, su pasaje subterráneo para que las monjas no pisaran la calle al ir a la escuela enfrente, y desde luego su hermosa iglesia convertida en restaurante. 

Luego nos mudamos a un departamento en Baronielaan, un boulevard de casas señoriales construido a fines del siglo XIX, cuya función era conducir al Mastbos, el bosque de la ciudad. Allí nos percatamos de que estaban transformando la iglesia Heilig Hartkerk (del Sagrado Corazón) en departamentos de lujo. 

Para mi último cumpleaños, el pasado noviembre, pedí a Gustavo que fuéramos a celebrarlo a Maastricht. En realidad el cumpleaños era el pretexto. Lo que yo quería era cenar y dormir en el Kruisheren Hotel, que es una iglesia gótica del siglo XV con su monasterio. En efecto, fue toda una experiencia. El trabajo de remodelación es extraordinario, pues no se convirtió el monasterio en un hotel, sino se construyó un hotel dentro del monasterio. Las capillas son hermosas salitas junto a la recepción. Luego, en el ábside, se encuentra un bar espectacular. El restaurante es un mezzanine desde el que se puede disfrutar una vista cercana a las nervaduras de las bóvedas de crucería del techo, y desde luego a los vitrales del ábside y debajo hay una amplia cava de cristal. 

Al día siguiente fuimos a visitar la librería Dominicanen, que es una de las más bellas del mundo. Es una iglesia gótica dominicana del siglo XIII. En solo 750 metros cuadrados, los arquitectos consiguieron desarrollar los 1 200 metros cuadrados de superficie comercial que se requerían. La solución fue un multinivel, una pasarela monumental negra, de acero, de varias alturas que contiene los estantes para los libros, situada asimétricamente en la iglesia. Desde los niveles superiores, mientras se camina entre libros, puede uno ver de cerca las pinturas murales y los detalles arquitectónicos propios del gótico.  

Este fenómeno arquitectónico no es más que un signo de los tiempos. Cada vez más gente joven afirma ser espiritual, pero no religiosa, o ser simplemente agnóstica o de plano atea. No solo sus excesos y los escándalos de pederastia han hundido a la iglesia católica, sino muchos jóvenes parecen haber descubierto que entre ellos y el Dios en el que creen, no necesitan intermediarios. Me pregunto si llegaremos a ver las iglesias convertidas en hoteles alguna vez en México.