México y sus mexicanismos

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eder santos

Desde el siglo XVI se ha solventado la necesidad de completar aquellas palabras que no existen en la Lengua Española, dando origen a los mexicanismos en nuestro país, surgiendo desde la conciencia del viajero, el lector, el artista o el docente, de aquellos que encuentran en otros sitios; una forma de expresarse diferente, pero común, por tratarse de la misma lengua.

La cultura de una nación también se mide en aquello intangible, como el folklor lingüístico, el cual lucha por no ser parte, o quizás sí, de esa lexicografía diferencial; y así, fue como publicó Félix Ramos I Duarte. Quiero recalcar, desde una consciencia negativa, el primer Diccionario de Mexicanismos, en el cual se palpa la historia del léxico gitano en el español mexicano.

Los mexicanos tenemos una forma peculiar de expresarnos, nuestro vocabulario es una paleta multicolor; como refería Juan M. Lope Blanch, quien explicó respecto a la gramaticalización del verbo “andar”, palabra que se encuentra ampliamente documentada, que desde el ángulo de los mexicanismos se entiende como aquel movimiento o acción tan singular, que quien no ostente esta nacionalidad tricolor con esa águila devorando la serpiente, es prácticamente imposible entender, “ahorita no puede salir: se anda arreglando” o “sí, es ése que siempre anda sentado”.

También encontramos dentro de los mexicanismos, los sincrónicos, los cuales no tienen su origen en México, sino en España, subrayando, que no son tan comunes en nuestro país, pero sí representan el evolucionar de nuestra lengua, haciendo que se enriquezca día con día nuestra forma de expresarnos.

De la “a” a la “z”, tenemos variados ejemplos, “aflojar”, en sentido absoluto, soltar el dinero; “birote”, pan compuesto solamente de harina, agua, sal y levadura; “catoche”, mal humor; “embarrar”, untar, cubrir o manchar con barro; “fodongo”, sucio, mal aseado; “cháchara”, baratija, chuchería, adornito, comúnmente de poco valor; “descuadrar”, desagradar, no convenir; “enchinchar”, dar largas a un negocio, sin propósito de llevarle a término; “fruncirse”, afectar compostura, modestia y encogimiento; “guajear”, fingirse guaje o bobo, para engañar; así como estos, infinidad de mexicanismos, usamos día con día y lo más interesante es, que depende de la región, pueden tener significados diferentes; por ello la dificultad de aprender nuestro idioma.

Para los extranjeros, resulta verdaderamente complicado, aprender español, por diferentes factores, tales como el uso de diferentes nombres para una cosa, el uso de los verbos y sus conjugaciones o bien los dichos populares, la redacción, la entonación, el lenguaje coloquial, sumado todo ello a la picardía que nos distingue con el doble sentido.

Por ello, “aguante vara” y no “arme un pancho”, porque se puede quedar “como el perro de las dos tortas” y es mejor que vaya “a darle que es mole de olla”, que le pueden “hacer de chivo los tamales”, y le digan que “se ponga la del puebla”; así que “no se raje”, que no le “valga un reverendo cacahuate” todo esto que le digo, porque aquí en México, tenemos “de chile, de mole y pozole”; entonces, no se “achicopale” y ahora sí “a lo que le truje chencha”.

En medio de esta verbena en nuestro país, es necesario mantener nuestra cultura viva, hagamos un frente común para todas las embestidas de aquellas circunstancias propias y ajenas, que atentan contra nuestros principios, nuestros valores y sobre todo con nuestra dignidad.

En fin, el trecho hecho dicho.