El pasado miércoles 31 de marzo acudimos a vacunarnos. Lo hicimos en el sistema de fila en automóvil, en la Universidad del Valle de México (UVM), Plantel Lomas Verdes. La experiencia fue memorable, por buena.
Íbamos tres personas en el auto. Mi esposa y su hermana, cuyos apellidos eran los convocados, pues empezaban con “A”, y yo, con “U”. Yo sabía que si acudías a la vacuna acompañando a quienes les tocaba en ese día, pues a ti también te vacunaban. Me pareció lógico, se trataba de vacunar al máximo número posible de personas. Por ello me decidí a acompañarlas.
Los preparativos los iniciamos con mucha antelación. Nos registramos en el sitio del Gobierno de México y recibimos la confirmación de que nuestros datos habían sido recibidos con un folio asignado a nuestra solicitud. Teníamos a la mano nuestras CURP’s, INE’s y demás documentos (recibos de Telmex, CFE, OAPAS, etc.) que pudiesen hacer falta. Por información no nos detendrían.
Tiempo atrás habíamos estado escuchando los mensajes del avioncito que sobrevolaba diariamente los cielos de Naucalpan, anunciando la vacunación. Una observación para el guion de locución del avioncito: redacten los textos muy cortos y muy claros. El ruido del motor, la velocidad del avión y el viento, hacen difícil entender y completar los textos largos y con muchas inflexiones de voz. Tiene uno que esperar a que pase de nuevo el avioncito, unas cuatro o cinco veces, y prestar mucha atención al mensaje, para completarlo. Lo que pudo suceder desde la primera pasada. En fin, de cualquier modo, se agradece la intención informativa.
Salimos de casa a las 9:30 am para incorporarnos a la fila. Descubrimos, al salir a la avenida Lomas Verdes, en el cruce con la avenida López Mateos, que la fila se extendía en la dirección Periférico-UVM ¡desde el fraccionamiento Hacienda de Echegaray! Esto resultó curioso porque estuvimos formados justo al incorporarnos a Lomas Verdes, ¡pero en la dirección UVM-Periférico! Es decir, teníamos que desandar camino, bajando hacia Echegaray y formando fila hasta el río, por el paseo de Echegaray. Y justo ahí, en el último retorno antes del río, dimos la vuelta y continuamos en la fila. Ahí ya estábamos en la dirección correcta.
Para no hacer el cuento largo con lo que siempre sucede en las filas: gente que se quiere meter, gente que va para otro lado, gente que se atraviesa y bloquea, etc., en el tramo de Paseo de Echegaray hasta el colegio Cristóbal Colón, por Lomas Verdes, hizo falta más ayuda de elementos de tránsito para dirigir la fila y ayudar a hacerla fluida, especialmente en las intersecciones con otras calles y avenidas.
Cuatro horas después, llegamos a la UVM. Y observar el panorama nos infundió confianza: muchas ayudas de señalización y dirección de los vehículos hacia la inspección de documentos. Gente muy amable de Policía, Tránsito, Ejército, Servidores de la Nación, en fin, todos en su labor específica y con muy buena atención. Nos vacunamos todos sin bajarnos del auto, una persona de cada lado de las ventanillas hacía la operación. Y salimos hacia el área de observación. 30 minutos para poder bajar del auto y estirar las piernas. Pasado el tiempo, y después de ser asistidos por médicos y enfermeras preguntando cómo nos sentíamos, salimos ya con la vacuna puesta. Las reacciones fueron leves: fiebres, temblores, mareos, dolores de cuerpo, de cabeza, del brazo, etc. Sin embargo, lo más memorable fue que se trató de una experiencia muy bien organizada y conducida. Muchas gracias. ¡Felicidades Naucalpan!