EL PACTO DEL SILENCIO

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Por: Martha Cabrera

Manifestamos, escuchamos y leemos la consigna “PRESIDENTE ROMPA EL PACTO” refiriéndonos al pacto patriarcal entre iguales, entre hombres, entre quienes van de la coincidencia a la complicidad, dado por el contexto vergonzante de la relación política y personal entre el titular del Ejecutivo Federal y el virtual candidato al Gobierno del Estado de Guerrero exhibido desde el discurso misógino y tolerante de violencia que va implícito en el discurso del Presidente, pero más lamentable aún, de tolerancia a la impunidad.

Estas acciones, aunque son trascendentes por la investidura de quien las lleva acabo, no son propias o exclusivas de López Obrador, sino de cada uno de los personajes, autoridades, dirigentes que teniendo la oportunidad de interceder, opinar, decidir y definir, pretenden minimizar hechos que no son aislados ni individuales, sino una problemática social que denigra la integridad y la dignidad de la mujer… La violencia en todas sus formas y manifestaciones.

Y es que hablar de violencia, no sólo sugiere hablar del golpe físico o la agresión sexual, no conlleva solo a un trauma o hematoma luciente en la piel, el cual, la mujer elige cubrirlo bajo el maquillaje o permitir que se esfume en el tiempo, mientras se agoniza dentro de las cuatro paredes del hogar, hablamos de esas marcas que no se ven, que no se borran en dos semanas, del llanto que se acalla en la almohada y de las lágrimas que se secan mientras se respira decepcionada al saberse social y familiarmente abandonada.

Nos referimos también a ese tipo de violencia que de igual forma mata, la que se hace presente desde la prohibición de usar una prenda de vestir, la del calificativo denigrante por el aspecto físico de la mujer, a la limitación o prohibición al trabajo, al acceso a compartir de manera equitativa los bienes y economía que ingresa al hogar, la limitación de los recursos en el ámbito laboral; hablemos de esa violencia en donde se retuerce el brazo en lo privado y se besa la mano en lo público, ese arte que emplea el violentador para comportarse como el psicópata a puerta cerrada y como el “hombre” ejemplar ante la sociedad, esa violencia que entierra a la víctima en una disonancia cognitiva aquella a lo que me atrevo a llamar INTRODUCCIÓN AL FEMINICIDIO.

Hablamos sí, del PACTO, un acuerdo tácito entre iguales, ese pacto que permite que la violencia se ejerza amparada, sí de la impunidad, sí derivado quizá de la falta de respuesta de la autoridad, pero más grave aún y motivo también de que la violencia no ceda, no disminuya y por el contrario se torne cada día más fuerte cobrando mayor número de víctimas es ese pacto que no nos atrevemos a aceptar que existe, EL PACTO DE SILENCIO.

SÍ, ese pacto de silencio entre la víctima, el miedo y la indiferencia.

Aquellas voces que se atreven a hacerse presentes, son las voces que avergüenzan a una sociedad que no quiere ver y reconocer la realidad, esas mujeres a quienes se les termina señalando y relegando, combinando esto con el silencio cómplice, de quien minimiza y normaliza las acciones, de quien justifica a su criterio y conveniencia el actuar del violentador, de quien elige usar una cinta aislante y cubre bocas imaginario para hacer parecer que “aquí no ha pasado nada”, poniendo en riesgo la integridad e incluso la vida de la víctima.

En esta sociedad avergonzada de sus víctimas hay algo más lamentable aún, el silencio de la familia, quien debiera ser el principal anclaje para quienes se encuentran en una situación de riesgo y terminan jugando a esta complicidad que agrava la violencia vivida, al percatarse de acciones que van en contra de la dignidad e integridad de una mujer van al extremo de justificar la violencia (o machismo) desde la mal concebida “cultura mexicana” que ha llevado a normalizar la violencia cotidiana que padecemos miles de mujeres, de todos los estratos sociales, sin instrucción escolar o con doctorado, esto, no es exclusivo de nadie y ninguna está exenta.

Dentro del PACTO, lo más agraviante… LA INDIFERENCIA. Autoridades, instituciones, familias totalmente indolentes, tan responsables como El Presidente, aquellos que se corrompen en los procesos, aquellos que encubren aun sabiendo que no se trata de ningún linchamiento o revancha (sobre todo en el ámbito político), quienes protegen, justifican y liberan al delincuente, tan cómplices y tan criminales como el agresor, la indiferencia se ha convertido en el autor intelectual de los nombres que hemos visto el pasado 8 de Marzo en el MURO DE LA IMPUNIDAD, la lucha de miles de mujeres, el llanto de miles de madres sigue sin doler realmente como sociedad, sigue siendo y viéndose ajena para millones de mexicanos y sigue a diario cobrando víctimas, ahora, en cualquier rincón de nuestro País, de nuestro Estado, de nuestro Municipio.

Este no es un pacto entre la autoridad y el agresor, al cual pudiéramos dar el nombre que elijas, me refiero, primero, al pacto desde lo más íntimo, un pacto interno que vive y sufre la VÍCTIMA, al preferir cruzar ese infierno sin denunciar, sin hablar lo que está sucediendo, por miedo a enfrentar el mayor juicio, el juicio social.

Existe una violencia acallada por las autoridades, por las instituciones, pero principalmente por la sociedad, se puede callar a UNA pero no a millones, hay un arma infalible e imparable, LA DENUNCIA.

Más del 65%  de los casos de violencia no llegan a ser denunciados ante la autoridad, el 80% de las mujeres no se atreven por miedo, de este 80% prácticamente la mitad de ellas volverán a tener algún tipo de contacto con el agresor o en el peor de los casos retornarán al lugar en el que seguirán siendo violentadas, a esto, es cierto se suman otros factores, entre ellos la dependencia económica, sin embargo, el costo es mayor al mantenerte inmóvil y paralizada por el temor y la incertidumbre.

Dejemos de detectar el mal que está en frente y normalizar el cáncer que está carcomiendo internamente, no es enseñarle a las mujeres a cuidarse y defenderse, es parar a tiempo, es dejar la complicidad, no es cuestión de un hombre en el poder, esto debe ser un pacto entre nosotras, un pacto dirigido a NO CALLAR, a cuestionar, a exigir de manera inteligente y pacífica, un pacto para sentar precedentes, sin protagonismos, sin titubeos, siempre disruptivas ante la cultura del simulacro.

ESTÁ EN NOSOTRAS!!!

ROMPAMOS EL PACTO DE SILENCIO!!!

Martha Cabrera es Consejera Nacional del PAN