LA PERESTROIKA QUE NO LLEGÓ A CUBA

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francisco rodriguez

Un poco antes de la crisis de los misiles de 1962, Cuba consiguió el respaldo de la
Unión Soviética como un aliado de esa potencia en el Caribe. Situación muy benéfica
en los próximos 30 años. La Unión Soviética se convirtió en el benefactor más
grande de la Isla sin pedir nada a cambio. El azúcar de Cuba, por ejemplo, que valía
algunos centavos de dólar, era pagada por los soviéticos hasta cinco veces más de
su valor; además del azúcar, la URSS vendía petróleo a Cuba a precio de “aliados”,
digamos, un 80% más barato de su costo real.


De hecho, Cuba sin ser un país petrolero, revendió el petróleo soviético sobrante a
su verdadero valor comercial, de modo que el azúcar y el petróleo se convirtieron en
los insumos que sostuvieron a Cuba durante el apogeo soviético. Eran épocas de
bonanza.


No obstante, a mediados de los años ochentas, la Unión Soviética elegiría a su
último líder: Mijail Gorbachov, cuyas políticas novedosas la “perestroika” y la
“glasnost” obligaron a los gobiernos comunistas y a las empresas públicas a la
competitividad, la apertura y la difusión de su funcionamiento interno. Con
excepción de algunos países como la República Democrática Alemana y Hungría, la
mayoría de las naciones aliadas con el bloque oriental aceptaron las políticas de
Gorbachov.


En el Caribe, Cuba no aceptaría la apertura que invocaba su benefactor, incluso,
Fidel Castro pronunció un discurso para desvincularse de las políticas de Gorbachov
alegando que Cuba ya había copiado enormemente el modelo soviético; que ya era
suficiente.


Pero Fidel fue más lejos. Los campesinos cubanos, por ejemplo, que gozaban de la
facultad de apropiarse de los saldos de sus cosechas una vez completada su tarifa
oficial, podían apropiarse del excedente para sus familias. Pero esa libertad y otras
escasas ventajas económicas fueron prohibidas categóricamente por el gobierno de
Castro como una manera de resistir, según el líder cubano, la traición de Gorbachov.
Durante la visita de Gorbachov a Cuba en 1989, el líder cubano expresó en privado
al líder soviético que la Isla no estaba de acuerdo en la reforma de su país, que
tarde o temprano la perestroika y la glasnot provocarían la caída de la URSS.


El encuentro terminó en un incómodo desencuentro ideológico. Castro pensó que
Gorbachov era un necio y, éste, que Fidel era todo un dinosaurio. Finalmente, la
ayuda terminó para Cuba con la caída de la Unión Soviética.

Fidel Castro pronunció un discurso a propósito de la caída de la URSS en el sentido
de que pese a la ausencia de su benefactor y el acoso del imperialismo, Cuba
resistiría como nunca la embestida imperialista para salvaguardar su revolución. Un
discurso de doble sentido, pues la falta de ayuda soviética obligaba al pueblo cubano
a resistir enormes sacrificios en aras de una infructuosa revolución, que ni siquiera
garantizaba el derecho a la alimentación.


Luego del colapso soviético surgieron nuevos benefactores como México. Pero esa
es otra historia que luego contaremos.