
Por: Sonia Maya Martínez
En los últimos años, la ansiedad entre las y los adolescentes se ha convertido en
una de las problemáticas de salud mental más visibles y, al mismo tiempo, más
silenciosas dentro de las escuelas de educación secundaria. Entre presiones
académicas, cambios hormonales, dinámicas familiares complejos y el peso de las
redes sociales, cada vez más jóvenes experimentan síntomas que antes pasaban
desapercibidos o se confundían con “etapas normales” de crecimiento.
De acuerdo con especialistas en psicología infantil y juvenil, los casos de ansiedad
han incrementado de forma notable en la población adolescente. Los síntomas
suelen iniciar con preocupaciones excesivas, irritabilidad, dificultades para dormir,
miedo constante o la sensación de no poder controlar sus emociones. En muchos
casos, los estudiantes no saben cómo expresar lo que sienten y por ello se
complica recibir ayuda de manera oportuna.
Los episodios de ansiedad se manifiestan frecuentemente durante exámenes,
exposiciones, cambios de grupo o conflictos sociales. Sin embargo, un número
creciente de alumnos presenta crisis incluso en situaciones cotidianas.
La ansiedad no solo afecta el estado emocional de las y los jóvenes: también
repercute en su capacidad para concentrarse, tomar decisiones y convivir con sus
compañeros. Muchos reportan dolores de cabeza, problemas estomacales, falta
de energía e incluso rechazo a asistir a la escuela.
Psicólogos alertan que, si no se atiende a tiempo, la ansiedad puede evolucionar a
problemas más graves como depresión, aislamiento social, consumo de
sustancias o bajo rendimiento académicos.
Frente a este panorama, diversas instituciones educativas han comenzado a
implementar programas de atención emocional, talleres de manejo de estrés y
espacios seguros donde los estudiantes pueden hablar abiertamente sobre su
salud mental.
La ansiedad en los adolescentes no debe verse como un problema individual, sino
como un fenómeno social que requiere la participación conjunta del entorno
familiar, la escuela y autoridades de salud. Reconocer las señales a tiempo,
brindar apoyo adecuado puede marcar la diferencia entre una crisis silenciosa o
un camino de recuperación.
Mientras la sociedad avanza hacia una mayor conciencia sobre la salud mental, es
fundamental que los adolescentes encuentren espacios donde su voz sea
escuchada y sus emociones validadas en ambientes de convivencia sanos. Su
bienestar psicológico es un pilar esencial para su desarrollo presente… y para el
futuro que construirán.