Tasas bajas y tensiones globales reactivan el brillo del oro

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En medio de un escenario internacional incierto y expectativas de recortes en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal, el oro vuelve a ganar protagonismo como activo refugio. Tras una corrección reciente en los mercados, operadores y bancos centrales aprovecharon para aumentar posiciones, reflejando una mezcla de prudencia e interés táctico frente a los cambios monetarios y las tensiones geopolíticas.

De acuerdo con Felipe Barragán, estratega de investigación de mercados en Pepperstone, el comportamiento del metal precioso muestra la interacción entre factores técnicos y fundamentos macroeconómicos. “El oro sigue siendo un termómetro de la tensión económica global, las expectativas de política monetaria y las fuerzas estructurales que guían los flujos de inversión”, señaló en su análisis del 23 de octubre.

El repunte del oro se explica, en parte, por la posibilidad de que la Reserva Federal comience a reducir sus tasas en los próximos meses. Dado que el metal no genera intereses, su atractivo aumenta cuando los rendimientos de los bonos o los depósitos bajan, haciendo del oro una alternativa para preservar valor ante la incertidumbre monetaria.

Al mismo tiempo, los riesgos geopolíticos siguen aportando combustible al mercado. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, las sanciones a Rusia y los conflictos regionales en distintas zonas del mundo han fortalecido su imagen como activo de resguardo. Según el estratega, los bancos centrales también están incrementando sus reservas en oro como mecanismo de diversificación ante la volatilidad del dólar y la desaceleración del comercio internacional.

Sin embargo, el análisis advierte que el impulso reciente del metal no responde únicamente a factores macroeconómicos. Aspectos técnicos, como correcciones por sobre compra y movimientos de consolidación, han moderado el entusiasmo inicial de los inversionistas. Tras alcanzar máximos históricos semanas atrás, el mercado se encuentra en una fase de estabilización, influida por toma de utilidades y expectativas de datos económicos clave.

El panorama actual, explica Barragán, se sitúa en un punto de equilibrio entre dos fuerzas: de un lado, el debilitamiento estructural del dólar, la liquidez global y la demanda institucional por activos tangibles; y del otro, los movimientos de corto plazo, la volatilidad de los datos inflacionarios y las decisiones de política monetaria que podrían cambiar el rumbo.

El futuro del oro dependerá, en buena medida, de los próximos indicadores económicos en Estados Unidos. Si la inflación muestra resistencia, la Fed podría retrasar los recortes de tasas, limitando el avance del metal. Pero si los datos reflejan menor crecimiento o nuevas tensiones internacionales, el oro podría retomar una senda alcista, consolidándose una vez más como el refugio preferido en tiempos de incertidumbre.