Educación sexual integral: una tendencia y desafío en la educación

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Por: Luz del Carmen Centeno Ferreyro

La educación del siglo XXI se enfrenta a transformaciones que como docentes nos obligan a replantear contenidos, metodologías y estrategias educativas. En este sentido uno de los ámbitos más importantes y discutidos es la Educación Sexual Integral (ESI), que hoy ha dejado de ser un tema secundario para convertirse en uno de los ejes transversales de la formación escolar. 

Desde una mirada pedagógica, la ESI no sólo nos brinda información acerca de la reproducción o prevención de esta, sino que es ahora una herramienta para el desarrollo de igualdad de género y respeto a la diversidad. (UNESCO, 2017). En el ámbito educativo, la ESI está dentro de los currículos integrales e inclusivos, que buscan atender las necesidades cognitivas, socioemocionales y éticas. 

Las escuelas, al integrar temas como sexo, género, orientación sexual e identidad de género, responden al llamado de formar personas capaces de vivir y convivir en sociedades diversas, así como también ayuda a la prevención de abuso sexual infantil, acoso y maltrato. La inclusión educativa se vuelve entonces un desafío para nosotros como docentes, ya que debemos ofrecer información científica y actualizada, sin caer en prejuicios y al mismo tiempo reconocer la diversidad cultural y religiosa de los contextos escolares a los que nos enfrentamos. (SEP, 2024; UNFPA, 2024).

Dentro de la ESI podemos distinguir términos que muchas veces utilizamos, pero no conocemos. Sexo se refiere a las características biológicas (cromosomas, anatomía reproductiva, hormonal) que generalmente se le asigna a una persona al nacer. Género habla de roles, expectativas y normas sociales, históricamente se refiere a lo que significa ser “hombre” o ser “mujer”, así como también las formas sociales de relacionarnos. Orientación sexual describe la atracción emocional, afectiva o sexual de una persona hacia otras (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, pansexualidad y asexualidad), mientras que identidad de género es la vivencia personal del propio género, que puede o no coincidir con el sexo asignado al nacer. Estas distinciones son de suma importancia para que la educación no reproduzca mitos, ni estereotipos, para promover el respeto y la no discriminación. (WHO,2023; SEP, 2024). 

Una de las tendencias educativas más importantes para lograr este desafío es la formación docente en ESI, ya que no basta con tener programas curriculares, sino que, hay que saber cómo aplicarlos, los y las docentes necesitamos preparación pedagógica, acceso a recursos didácticos y acompañamiento de expertos para abordar estos temas de forma clara, sensible y respetuosa al alumnado. Esto implica un gran desafío en la formación, así como en la construcción de comunidades educativas que dialoguen con las familias y los servicios de salud. La interdisciplinariedad y el trabajo colaborativo se vuelven claves en este proceso. (WHO, 2018).

Para concluir esta investigación, la ESI representa una oportunidad para resignificar la función de la educación en el mundo contemporáneo, ya que más que un espacio de transmisión de información, es un lugar de construcción y de aprendizaje para la vida. Atender a estos desafíos significa también reconocer que la educación no solo prepara para un futuro laboral, sino para la vida en sociedad, es decir, tener relaciones de respeto, tomar decisiones responsables y ejercer la libertad con conciencia. (UNESCO, 2017; SEP, 2024).