

El ser político en tierras latinas o hablar de política ha generado desde hace varias décadas un cliché asociativo a la corrupción, al enriquecimiento ilícito o incluso asociado al tráfico de influencias. Lo que los consultores o especialistas en comunicación política hemos buscado aportar para erradicar los términos anteriores que se vienen al inconsciente del común de la población cuando hablamos sobre política.
Con la evolución de la conectividad y tomando como base el proceso de comunicación que algunos investigadores han denominado “Comunicación 3.0”, se consolida una nueva dinámica en la que la audiencia, es decir, los ciudadanos, adquiere el poder de colocar los temas de interés o de la agenda pública sobre la mesa, o mejor dicho, sobre las redes sociales, para después convertirlos en tendencias. Antes de esta clasificación, la influencia de los medios de comunicación tradicionales y de los líderes de opinión era la que marcaba la pauta sobre los sucesos informativos, e incluso sobre los escándalos que se replicaban y llegaban al “boca a boca” ciudadano. Hoy entendemos mejor el comportamiento digital y el fenómeno por el cual ciertos usuarios no solo buscan evidenciar en redes sociales, sino también lograr que su mensaje se comparta y viralice a través de las plataformas digitales, un descontento social que puede impactar directamente en la imagen de un político o representante ciudadano de una región específica.
Comprendiendo lo anterior, podemos ahora tener un panorama más amplio de cómo funcionan las plataformas digitales, y entender que los ciudadanos no necesitan acudir a los medios de comunicación tradicionales para alzar la voz. Hoy pueden hacerlo desde sus propias cuentas en redes sociales, denunciando injusticias sociales, actos de corrupción o incongruencias políticas con las que se enfrentan día a día. Un ejemplo claro de esto es el caso “#DatoProtegido”, que comenzó como la opinión de una ciudadana sobre la hoy diputada federal Diana Karina Barreras y que terminó en los tribunales. El fallo ordenó a Carla Estrella ofrecer una disculpa pública por lo publicado, pagar una multa económica, difundir el extracto de la disculpa durante 30 días y quedar inscrita en el padrón por ejercer violencia política en razón de género. Una resolución que ha sido ampliamente criticada por la sociedad mexicana y que, según especialistas, contraviene la libertad de expresión (tema que abordamos en un artículo anterior).
Con este contexto, se entiende por qué la sociedad comenzó a publicar en la red social X información sobre los lujos y gastos que “dato protegido” presume en redes sociales joyería y accesorios de diseñador, prendas de marcas de lujo y asistencia a eventos exclusivos. Y aunque alguien podría preguntarse “¿qué tiene de malo?”, el punto es que se predica con el ejemplo. A raíz del creciente rechazo en redes sociales, salió en su defensa su esposo, el presidente de la Cámara de Diputados (a quien podríamos recomendar rodearse de especialistas para mitigar crisis en lugar de amplificarlas). Su intervención, lejos de ayudar, avivó la indignación ciudadana. Bastó revisar con lujo de detalle sus publicaciones para encontrar, además de lo ya expuesto sobre su esposa, accesorios de lujo no declarados. Esto detonó una campaña que, hasta la fecha no han podido frenar y que permanecerá en la memoria colectiva de los mexicanos. A ello se suman dudas sobre los ingresos de Sergio Gutiérrez, señalamientos por presuntos actos de corrupción y más recientemente, una entrevista en la que fue etiquetado por la ciudadanía como alguien que aceptó dádivas, regalos y cortesías en el ejercicio de sus funciones, lo que contraviene la legislación.
Se predica con el ejemplo, esta frase vuelve a resonar porque ambos representan un movimiento que dice “ser del pueblo y servir al pueblo”, pero que no debería servirse del pueblo. Ellos, junto a los escandalos de Ricardo Monreal, Pedro Haces, Gerardo Fernández Noroña y Andrés Manuel López Beltrán (hijo del expresidente), contradicen los ideales con los que AMLO fundó MORENA. Hoy salir a pedir disculpas mediante un comunicado ¡YA NO FUNCIONA! No estamos en la era previa al 2000; ahora la ciudadanía exige que se dé la cara y se asuma la responsabilidad. El “pueblo sabio” observa, opina y vota. Y cuando quienes defienden MORENA o la 4T, muchas veces enfrentan carencias al acceso diario como los alimentos, ven que sus representantes disfrutan lujos y experiencias de miles de pesos, lo perciben como una burla. No basta con “hacer que parezca”; el verdadero reto para evitar un voto de castigo se realiza día a día, en cada publicación y en cada aparición pública. Hoy la ciudadanía tiene el control, la voz y los medios para manifestar su inconformidad; esto no está en discusión. Incluso quienes apoyan el movimiento pueden señalar estas incongruencias, y desde adentro no deberían tacharlo de “es de derecha”, sino verlo como una oportunidad para corregir. Luisa María Alcalde, tendrá que tomar decisiones firmes si quiere no solo conservar votos, sino también mantener la línea que el propio AMLO le encomendó.