La estrategia sin ética es simulación: una llamada urgente desde la consultoría política

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mayte garcia mira vete

Vivimos tiempos en los que la política parece haber normalizado la simulación. En medio de discursos contradictorios, campañas que rayan en el cinismo y una ciudadanía cada vez más desencantada, vale la pena hacernos una pregunta que debería estar en el centro de nuestra profesión: ¿qué pasaría si la ética dejara de ser un accesorio en la consultoría política para convertirse en su fundamento?

Esa fue la inquietud que me impulsó a escribir Ética y Estrategias en la Consultoría Política: Un Enfoque Pragmático para la Toma de Decisiones Éticas. No es un tratado abstracto ni una declaración de buenas intenciones. Es una guía para quienes, como yo, han enfrentado decisiones incómodas, presiones urgentes, dilemas reales. Porque la consultoría política, aunque fascinante y estratégica, también es un terreno fértil para los atajos, para las justificaciones, para las zonas grises que tanto daño le han hecho a la credibilidad democrática.

Durante años nos han hecho creer que la ética estorba, que es un lujo para quienes no compiten, que si quieres ganar tienes que ensuciarte las manos. Pero la realidad actual demuestra lo contrario. Las campañas sin ética se desgastan más rápido. Las mentiras se filtran, los escándalos revientan, las lealtades se diluyen. En cambio, cuando se construye desde la integridad, se crean vínculos auténticos con la ciudadanía, se fortalece la reputación y, lo más importante, se generan gobiernos que inician con capital político, no con deudas morales.

La consultoría política no es solo técnica. Es una profesión que influye directamente en la calidad del debate público, en la forma en que se entiende y ejerce el poder, en la construcción —o destrucción— de la confianza. Es por eso que la ética no puede ser un tema marginal ni postergado. Debe estar en el núcleo de cada decisión, de cada narrativa, de cada estrategia.

Recuerdo una campaña local en una región marcada por la polarización. El equipo propuso una estrategia comunicacional agresiva, legal, pero sustentada en insinuaciones que, aunque efectistas, bordeaban la desinformación. En lugar de seguir esa ruta, se tomó una decisión distinta: construir un mensaje centrado en los principios, en propuestas con enfoque social y en un lenguaje que apostara por la reconciliación. El candidato asumió el riesgo de comunicar desde la verdad, con respeto a sus adversarios y sin desvirtuar el proceso democrático. Y aunque el resultado electoral no fue el eje de evaluación, esa campaña sentó un precedente valioso: el nacimiento de un liderazgo político identificado con valores democráticos, congruente con sus convicciones y con una legitimidad ética que lo acompaña hasta hoy.

Casos como ese me confirman que no hay contradicción entre ética y efectividad. La ética no es una camisa de fuerza, es una brújula. Nos ayuda a navegar en momentos de tormenta, a tomar decisiones con consecuencias sostenibles, a construir desde la verdad, no desde la manipulación. Y en el contexto actual, esa brújula es más necesaria que nunca.

Hoy, la ciudadanía es más crítica, más informada y también más cansada. Está harta de las promesas vacías, del espectáculo sin sustancia, del oportunismo disfrazado de liderazgo. En ese escenario, los consultores tenemos una doble responsabilidad: con nuestros clientes, sí, pero también con la democracia. Nuestro trabajo moldea percepciones, influye en decisiones y puede fortalecer o debilitar las instituciones. No se trata de idealismo: se trata de asumir la dimensión ética de nuestra profesión.

El libro que he escrito ofrece herramientas concretas para tomar decisiones éticas en el día a día de la consultoría. No se limita a describir dilemas, sino que propone marcos de análisis, casos reales, estrategias para actuar con integridad, incluso bajo presión. También explora cómo la cultura, la formación profesional y las nuevas tecnologías nos confrontan con nuevos retos, y cómo debemos adaptar nuestra mirada ética a contextos diversos y en constante cambio.

Porque los desafíos no son menores. Las redes sociales, la inteligencia artificial, los algoritmos de segmentación… todos ellos pueden ser utilizados para conectar o para manipular. La diferencia está en quién los usa y con qué propósito. Por eso es indispensable que la ética evolucione con la profesión, que se discuta, que se enseñe, que se practique.

Estoy convencida de que la ética puede ser una ventaja competitiva. En un mundo saturado de discursos huecos, la coherencia destaca. En un ecosistema digital donde la mentira circula rápido, la verdad persiste. Los consultores que deciden construir campañas limpias, liderazgos auténticos y estrategias con sentido humano no solo duermen mejor; también construyen legados que duran más que cualquier cargo público.

Este libro no pretende moralizar. Pretende acompañar, provocar reflexión, abrir conversación. Está escrito para quienes saben que no hay nada más estratégico que la confianza, y que el éxito electoral vacío de principios es, al final, una forma de fracaso. Está dirigido a quienes aún creen que vale la pena dignificar la política, desde la trinchera que nos toca: la del diseño, la narrativa, la estrategia.

Ojalá podamos empezar a hablar más de esto. Ojalá dejemos de normalizar la trampa, el ataque, el miedo como únicos caminos al poder. Ojalá la ética deje de ser un “plus” para convertirse en el nuevo estándar. Porque cuando la estrategia se alía con la ética, ganan las campañas, ganan los liderazgos… y gana la democracia.