El orgullo de los mediocres

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Mientras el hombre viva como un animal de rebaño, no tendrá una psique propia. Carl Jung.

francisco rodriguez

Desde hace varios años, la humanidad se ha enfrentado a un sinnúmero de crisis existenciales que derivan de la cotidianidad de sus vidas y su entorno social. Desde las autoridades hasta los simples mortales, el progreso es un “valor” que todo mundo se empeña en alcanzar. Sin embargo, la mayoría de las personas viven atrapadas, encadenadas en una forma de vida rutinaria que los hace existir por existir. 

Desde la niñez, el ser humano debe aprender reglas y roles sociales que debe aprender sin cuestionar, ni protestar. Cualquiera que sea la actividad a la que se dedique un semejante, siempre se premia la obediencia sobre la creatividad, la sumisión sobre el atrevimiento. ¿Qué ocurre si alguien se atreve a salirse de este círculo? Sin duda, es ridiculizado o atacado.

Esta dura carga que la mayoría lleva a cuestas fue calificada por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche como “el orgullo de los mediocres”. Este valor universal para las masas consiste en atacar a aquellos que se atreven a sobresalir. Es una persecución contra aquellos que se atreven a elevarse sobre el común de los mortales. De esta manera, la mediocridad gradualmente se convierte en la norma general que nadie debe contrariar. Por ello en el ambiente laboral, se premia la obediencia, no así el desafío de las normas. En el colegio se premia al estudiante que memoriza y responde mecánicamente, no al que se atreve a expresar algo diferente.

Este complejo de inferioridad, desgraciadamente muy común, es la manera cómo la sociedad nos empuja a la mediocridad sin alternativa de escapatoria. La consecuencia es que muchas personas se sienten atrapadas y vacías. Esta es la enfermedad universal de nuestros tiempos. 

La mayoría de las personas consume más, gasta más, brinca nerviosamente de un compromiso a otro; pero nunca es suficiente. La agonía de todos los días nos hace olvidarnos de nuestro crecimiento interno, del verdadero sentido de la vida y de lo que nos hace verdaderamente humanos. 

Los medios de comunicación, las tendencias y las modas en las redes sociales nos invaden con información y entretenimiento superficial de tal manera que nos convencen de que estos elementos son más importantes que la reflexión y la búsqueda interna de nuestra propia capacidad. La popularidad de la gente estúpida en redes sociales es el máximo de las masas que premia lo absurdo con sus “likes”. El orgullo de los mediocres, además de un valor que ha adoptado la sociedad, es también una forma de vida y una condición emocional degenerativa que nos hace incapaces de ver una salida. Pero aún hay esperanza, ya que a pesar de todas estas circunstancias desfavorables, el ser humano nunca perderá su capacidad de revelarse para encontrarse con su “yo humano”. La manera, el camino para lograrlo, es otra historia.